En nuestro artículo anterior, abordamos superficialmente el enfoque correcto para la preparación de un agente de seguridad ejecutiva o escolta. Sin embargo, solo tres días después de su publicación, en la capital de Ecuador, Quito, se produjo el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio al salir de un mitin político. Villavicencio era conocido por su discurso firme y directo contra el narcotráfico y la corrupción política, y contaba con un esquema de seguridad que parecía invulnerable a simple vista. A pesar de haber recibido múltiples amenazas de muerte, su trágico destino nos lleva a reflexionar sobre los errores cometidos y las lecciones que podemos extraer de este suceso.
Para comprender mejor el contexto, es importante conocer quién era Fernando Villavicencio y cuáles eran sus principales denuncias y enemigos directos. Periodista de profesión, forjó su carrera política mediante una serie de acusaciones de corrupción contra el expresidente Rafael Correa. Su lema de campaña era «Es tiempo de valientes».
Villavicencio proponía la construcción de una cárcel de máxima seguridad para encarcelar a los delincuentes más peligrosos, la militarización de los puertos para controlar el tráfico de drogas y la creación de una Unidad Antimafia que, con apoyo extranjero, perseguiría a narcotraficantes, secuestradores y todo tipo de estructuras criminales. A pesar de su enfoque duro, Villavicencio defendía postulados de centroizquierda en otros temas. Sin embargo, sus propuestas no calaron del todo en el electorado ecuatoriano, ya que se encontraba en segundo o tercer lugar en las encuestas para las elecciones presidenciales del 20 de agosto, lejos de la favorita, Lucía González, candidata respaldada por Rafael Correa.
Fue precisamente su oposición a Correa lo que lo convirtió en una figura reconocida en Ecuador. Una de sus investigaciones periodísticas sacó a la luz una trama de sobornos que puso en aprietos a Rafael Correa y a altos funcionarios de su gobierno. Como resultado, Correa fue condenado en abril de 2020 a ocho años de prisión y hoy vive refugiado en Bélgica.
“El País está secuestrado por las mafias de la cocaína, de la minería ilegal y de la corrupción. Hay que someter a estas tres mafias y estas mafias están vinculadas a las mafias políticas. Transformar este país requiere someter a las mafias, someterlas con mano dura”.
Villavicencio decía: “El narcotráfico se instaló en el estado. Contaminó el sistema sanguíneo desde el año 2007 aproximadamente. Cuando el gobierno de ese entonces, tenía como consigna sacar a la base de Manta de ese país, que era el instrumento de combate conjunto de Ecuador y Estados Unidos en contra del narcotráfico y fue ese mismo gobierno, el que ahora quiere volver, el que recibió financiamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Hoy Ecuador está tomado por Jalisco Nueva Generación, el Cartel de Sinaloa y también la mafia Albanesa”. Aseguraba que quedaba claro que era imposible que el narcotráfico se instalará y sometiera a la sociedad sin el contubernio y el consentimiento político. Lo que él venía denunciando desde hace casi 20 años, en sus trabajos investigativos, era esa vinculación del narcotráfico y de los grupos políticos. Presentó a la Fiscalía de Ecuador en múltiples ocasiones, evidencia de cómo líderes políticos eran financiados por el narcotráfico. Aseguraba que el principal problema era que Ecuador se ha convertido en un narcoestado. Aseguraba que la lucha sería contra una mafia política. Aseguró que lucharía contra los cárteles mexicanos y albaneses, instalados en Ecuador, con la policía y la fuerza armada “depuradas”. Hablaba de atacar a los capos de la mafia política, la cual consideraba como la mafia más peligrosa de todas.
Ya dejamos claro cuáles y cuántos enemigos podía tener Villavicencio como personaje público: políticos corruptos, carteles de droga mexicanos y albaneses, empresarios de alto nivel mundial desenmascarados por sus investigaciones (Odebrecht, por ejemplo) y pare de contar.
Para liderar una lucha de esta magnitud debe contarse con un esquema de seguridad de muy alto nivel, no de uno, sino de al menos tres anillos de seguridad:
Este último sería el de mayor cantidad de miembros y el más importante de todos. Hay mucho fuera del ojo del ciudadano común que no vemos cuando estamos cerca de algún político de envergadura. Por ejemplo, en una concentración donde esté el presidente y el alto mando militar de nuestro país, sin temor a equivocarme, habrán al menos 300 personas garantizando su seguridad:
De todos los antes mencionados sólo podremos percibir a los anillos de seguridad uno y dos y a los funcionarios uniformados.